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El castillo flotante del mundo literario chileno.

El castillo flotante del mundo literario chileno.

Bucear en el mundo editorial chileno es una aventura Lovecraftiana, lleno de abismos, monstruos y raros personajes.

Es que el mundo de la literatura chilena es tan ajeno al mundo real, que solo una aproximación detallada muestra la fauna colorida detrás.

Es muy fácil perderse en sus pasillos, muy fácil buscar la aceptación y consuelo que no está en el mundo real, pero es un espejismo.

Cientos de autores, críticos, editores, etc, entremezclados, luchando, fagocitándose entre ellos, hablando de mil cosas interesantes o directamente idiotas.

Miles de páginas, millones de palabras gastadas en dimensiones ajenas y caóticas, completamente fuera del día a día de los chilenos.

Es abrumador, gracioso y algo triste a la vez, es mucha gente que a pesar de compartir una pasión conmigo, de seguro no tienen idea de quién soy yo.

Lo terrible no es eso, después de todo solo llevo unos meses en este mundo, lo complejo es que alguien como yo, que apenas tengo algunos puntos más que el lector promedio, o sea que veo el mundillo con ojos de persona “normal”, básicamente no tenga idea de tipos que llevan en la literatura décadas, algunos con “premios”, varias obras publicadas, etc. Muchas veces gente que por su talento debería tener o haber tenido una mejor situación.

Y es que esa es la realidad, la literatura completa, incluso la más masiva, es completamente ajena al mundo real, entendiendo por real el de los 17 millones de chilenos “normales” y no el de los pocas docenas de miles “lectores”.

Con porcentajes de lectura tan bajos, y además concentrados en obras extranjeras, incluso considerando a toda la literatura nacional con sus orgullosos exponentes realistas o de no ficción, y no solo a los marginados de la fantasía y ciencia ficción, es lógico que el mundo literario chileno sea el equivalente nacional a un club de ñoños muy poco cool escondido en la sala más alejada del colegio, pero no nos damos cuenta, nos consideramos superiores, aunque los demás se casen con la reina del baile, conduzcan el deportivo, ganen más dinero y se rían de nuestra pernitud por andar leyendo estupideces.

La realidad es esa, no pesamos en la cotidianeidad del país, casi al mismo nivel que los amantes del ballet o los fanáticos de la rayuela.

Estamos encerrados en un castillo flotante, que de hecho es una ficción estratificada de complejas estructuras sociales de palmaditas en la espalda, artículos ególatras y afirmaciones ñoñas.

De hecho hay varias literaturas, diferentes castas de escritores, niveles o dimensiones paralelas de la literatura chilena:

El “olimpo real”

Esto está dado por unos pocos autores que efectivamente son famosos, digo en términos de cifras o al menos notoriedad, exponentes de este nivel son contados con los dedos de una mano: Isabel allende, Mayol, pilar sordo, Mackenna, etc.

¿Varios de esos no son autores? ¿No saben escribir?... si y no, pero asumámoslo, los tipos venden y/o salen en tv regularmente, eso implica el único criterio de selección posible: la gente los conoce y los cita como autores, lastima, pero cierto. Para el país esos “son” los escritores.

Son los ganadores, sea por plata o por fama, tienen el respeto de millones que francamente es mucho más que unos pocos miles de fanáticos.

Además cumplen con otro criterio clave: ganan mucho dinero, serían capaces de vivir bien solo de libros (todos además hacen más que eso).

Ellos están por fuera del mundo literario chileno.

El “Olimpo aparente”, los rockstar

Acá encajan los autores que son conocidos dentro del medio, los rockstars del mundo literario, son famosos dentro del mundillo, pero no sobrepasan la barrera del mundo real, los entrevistan y salen en tv con cierta regularidad, pero solo en instancias menores o muy “culturales”, normalmente solo cuando son noticia fresca. Se lo han ganado a pulso, pero no para elevarse al siguiente plano de existencia.

Ejemplos de ellos son Jorge Baradit, Francisco Ortega, Fran Solar, etc.

Ganan cifras interesantes con los libros, pero no para vivir de ellos, deben hacer otras funciones, normalmente ligadas, suelen mantenerse y de vez en cuando les cae un premio o un cheque bonito.

Su gran enemigo es el ego y la competencia, el feudo no puede ser defendido por siempre, deben buscar pasar al olimpo y no quedarse cómodos en su charco, sino tarde o temprano serán destronados, en ellos también esta parte del impulso para aumentar el mercado.

Los “próceres”.

Tienen un cierto nombre, han publicado varias veces, tienen experiencia, pero aun no despegaron, algo les faltó, o fueron eclipsados por otros en su camino a rockstar, reciben cierto respeto, pero eso no reditúa.

No ganan nada o muy poco con los libros, pero suelen no gastar tampoco, viven de labores aparte, a veces ligadas a los libros y a veces muy alejadas, pero siempre con un pie en el mundillo, se mantienen algo vigentes, desaparecen un tiempo, o se dan por vencidos.

Tienden a gravitar demasiado en torno al mundillo. No suelen impulsar la apertura del mercado.

Su gran enemigo es la desesperanza, las responsabilidades se los comen o se conforman con su posición.

Las “promesas”

Este es un grupo siempre en expansión-constricción, son aquellos que aparecen causando un ligero revuelo, su opera prima suele ser interesante o ser impulsados, es un grupo de transición, pueden transformarse en próceres o desaparecer, muy pocos pasan a rockstar, especialmente si no son impulsados por uno.

No suelen ganar casi nada con los libros, pero tienen empuje, algunos caen en las editoriales de pago, normalmente esos desaparecen a menos que tengan buenas espaldas financieras.

Pueden adentrarse demasiado en el mundillo y caer rápidamente en la ilusión de la elite intelectual, especialmente si su ascensión fue poco masiva. A veces impulsan el mercado al despegar.

Su gran enemigo es el encandilamiento, pueden fácilmente perderse antes de asegurar el éxito e incluso no llegar a próceres.

Los “porfiados”

Una clase numerosa, hacen lo necesario por publicar, pero sin demasiada planificación, esperan el éxito, pero lo hacen moviéndose desordenadamente, algunos pagan por publicar y ser estafados, otros porfían años persiguiendo editoriales, la mayoría no alcanzó a ser promesa, pero son perseverantes, así que varios serán próceres, aman los libros.

No ganan nada y a veces pierden mucho cuando auto publican, pero siguen adelante.

Se sienten parte de la elite intelectual, pero los parientes pobres, eso los salva un poco, pero siempre pueden caer en el conformismo. No suelen impulsar la apertura del mercado.

Su gran enemigo es la falta de profesionalismo, si se mantienen en el hobby se perderán.

Los genios incomprendidos

Una clase especial, no tienen el talento, pero si el ego, esperan ser promesas, pero las cosas no resultan, como tampoco suelen tener empuje no se mueven, suelen juntar talleres y concursos, a veces hasta educación formal, pero están demasiado cegados, creen amar los libros, pero solo se aman ellos.

No ganan nada y no les preocupa porque mágicamente serán famosos y millonarios.

Están convencidísimos que son la verdadera elite intelectual, de hecho por encima de rockstars y olimpos, en realidad no son considerados por ninguno. Son los grandes lastres de la apertura del mercado.

Su gran enemigo es la tontera, creen tanto ser merecedores que esperan sentados.

Los profesionales

Una clase casi inexistente, pero que está empezando a surgir, no dan por sentado nada, trabajan, estudian y aprenden, buscan entender cómo funciona el sistema, aman escribir, pero tienen claro que por sí solo no se logra nada, son porfiados pero con un plan, muchos no lo lograran, pero tienen mejores expectativas.

Suelen ganar con los libros, no mucho, pero suficiente para seguir impulsando la máquina.

No les interesa la elite intelectual, suelen trabajar en otras cosas y ser más prácticos, ven que el mundillo no aporta nada real, no paga las cuentas ni da de comer a los críos. Son la fuerza principal de la apertura del mercado, solo agrandar el charco sirve a sus propósitos y lo saben.

Su principal enemigo es la complacencia, sus objetivos deben ser claros y posibles, escalonados, alejados de los intelectualoides, sino pueden caer en las otras categorías, deben trabajar incansablemente y mantener la lógica.

Por supuesto estoy siendo exagerado en la metáfora, hay consideraciones artísticas y emocionales detrás, todos somos libres de tener nuestras propias pasiones y sueños, por eso lo veo desde el punto de vista frío del no lector, el practicismo del día a día.

Amamos escribir y leer, o simplemente amamos las historias, pero eso no nos puede cegar del mundo real y nuestra situación en él.

Si todos tuviéramos nuestros objetivos y realidades consideradas daría lo mismo, pero de hecho esta no es la normalidad.

El principal error que veo en el mundo literario chileno es esa visión sesgada de “elite”, no somos elite, somos tipos que leemos y escribimos, pensamos cosas interesantes, discutimos temas que van más allá de la gente común, pero solo en otro sentido, no somos mejores, de hecho en general en términos prácticos y monetarios somos peores, no tenemos prestigio, fama, o situación privilegiada real, los trabajadores culturales y especialmente los literatos ganan menos, sufren más y tienen menos respeto que la gente “común”.

El ambiente literario chileno no está bien, no lo ha estado desde hace muchas décadas (si alguna vez lo estuvo), y en vez de reconocerlo, hemos seguido engañándonos.

Es ese ñoño orgullo de “Elite cultural” lo que ha cegado al medio por décadas, imaginando que la industria y el mundo literario chileno, funcionan como en otros países y que estamos a la altura de mercados sanos y pujantes, donde efectivamente los artistas y demás actores de este arte son respetados.

Eso simplemente no es verdad, somos un mundillo bastante patético, y debemos entender la realidad para poder cambiarla, mientras sigamos en nuestro universo privado de palmadas en la espalda, reseñas famélicas, ventas paupérrimas y discusiones inútiles, no llegaremos a ningún lado.

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