Hoy en “Archivos Carmona: episodios weones de la historia secreta mundial”: La verdadera historia de
Hoy en “Archivo Carmona: episodios weones de la historia secreta mundial”:
La verdadera historia de “La caza del octubre rojo”.
A principios de los 80s, el entonces ejecutivo de seguros Thomas Clancy, escribía “The hunt for the red october”, la novela de espías, que contaba la historia ficticia del escape del capitán Marko Ramius a bordo del moderno y ultra secreto nuevo submarino de la unión soviética, se transformó en un éxito inmediato y fue prontamente adaptada al cine con las actuaciones de Sean connery y la dirección de John Mctiernan (el mismo santo señor que dirigió predator, duro de matar, 13 guerreros, etc).
Esa fue la versión por todos conocida, la verdad oculta es que Clancy se inspiró luego de leer un pequeño documento sobre el motín real de una nave rusa, de hecho contactó al autor y adapto la historia a una novela muy documentada (Clancy siempre quiso ser militar pero era miope como topo), pero a la vez muy dinámica.
¿En verdad hubo un red october?
La historia real es tanto o más emocionante, implica un joven idealista, barcos secretos, misiles gigantes y mucha idiotez.
El 9 de noviembre de 1975, parte de la flota rusa del masivo puerto norte de Riga en el mar báltico, descansaba antes de un día de maniobras, y luego de una noche de celebraciones por el aniversario de la revolución rusa, todos menos parte de la tripulación de una de las más nuevas unidades de la armada, específicamente el capitán de tercer grado Valery Sablin, oficial político (y dedicado patriota ruso aficionado al vodka y a winnie the pooh).
La fragata antisubmarina de clase krivak “Storozhevoy” (ultimo centinela) era un navío de última generación, inaugurado hacía pocos meses, diseñado específicamente para destruir submarinos americanos como los clase Trident (cosa que no debe haber sido muy fácil), de hecho era un misterio para la Otan, su armamento y desempeño le quitaban el sueño a varios en los mandos navales occidentales.
En medio de la noche, Sablin despierta a su amigo de infancia el capitán de la centinela y lo engaña encerrándolo en una bodega de misiles. Luego reúne a los oficiales del barco y les cuenta su plan: desilusionado de la corrupción del partido, y aprovechando que la flota saldrá en maniobras a la mañana siguiente, pretende escapar con la centinela y navegar al norte hacia Leningrado, para junto al navío museo Aurora, que es un recuerdo tangible de la revolución de 1917, lanzar un patriótico discurso por radio para levantar en armas a los trabajadores.
Serían los héroes de una nueva revolución proletaria, reencausando a la urss al camino del verdadero comunismo (no la versión donde los jerarcas vivían como reyes, ni donde un chino vende por internet y se hace rico), sablin era un eximio orador (característica deseable para un comisario político soviético) y logra convencer aparentemente a la mitad de los oficiales y luego a la tripulación.
Sin embargo el descabellado plan comienza a hacer agua rápido (mala cosa en un barco), uno de los oficiales supuestamente leales se fuga para dar aviso al alto mando (y de paso salvar su cuello para cuando todo el poderío del ejército soviético caiga sobre el inocentón de sablin).
La situación era desesperada, esperando encontrarse rodeado rápidamente por los simpáticos agentes de la KGB, que seguramente llegarían al barco con leche y galletitas para repartir, Sablin zarpó con la centinela, y en medio de la oscuridad nocturna se escabulle por el rio hasta el golfo de riga.
Lo separan casi 10 horas hasta llegar a aguas internacionales, si logra traspasar la frontera, el alto mando deberá enfrentar la vergüenza de ser vistos por ojos occidentales (de partida los sistemas militares suecos a pocas millas mas allá) destruyendo uno de sus propios barcos.
Pero Sablin es un mocoso con suerte, el “valiente” oficial que escapó en pijamas es atajado por los de seguridad del puerto, que no creen la historia del motín (un tipo despeinado en pijama en la misma noche donde muchos andarían ebrios como diucas celebrando la revolución), recién 5 horas después la noticia llega al alto mando de la flota y obliga al ministro de defensa a llamar al premier brezhnev (“mi adorado camarada premier… este… nos robaron un barco”)
Sin saber (o quizá sí, pero a nadie le importaba) que la centinela pretendía ir a jugar a la radio en Leningrado, la visión del alto mando era clara, los amotinados pretendía desertar a Suecia llevándose su ultra moderna fragata (lo que seguramente en la guerra fría era un buen boleto para una casa en Ohio o Texas, con esposa rubia y perro incluido).
Por supuesto como dicta la tradición rusa, la orden fue: “hundan a esos weonoskis de inmediatoski”.
Mientras tanto Sablin, que tan weón no era, navegaba por el atestado canal fuera del golfo de Riga con el radar desconectado, lo que en términos de 1975 implicaba que nadie podía saber dónde carajos estaba la Centinela.
Los rusos destacaron una gran cantidad de bombarderos de largo alcance armados con sendos misiles cruceros, que imposibilitados de encontrar un barco de 3000 toneladas (el equivalente a un mini couper en términos de navíos de línea) en medio de cientos de kilómetros de mar, comenzaron a dar vueltas, mientras más aviones y barcos salían de todos lados para tratar de evitar que Sablin llegara a la frontera.
Por supuesto, en 1975, ver que un enjambre de bombarderos con capacidad nuclear llenaba las pantallas de sus radares y toda la flota rusa se ponía en movimiento, debe haber sido el equivalente a un vaso schopero de ciruelac para los altos mandos suecos.
La tercera guerra parecía que empezaba en cualquier momento y en sus narices.
Para terminar de amenizar el coctel, Valery Sablin, rodeado de niebla y ante el peligro de terminar chocando con un carguero, trasatlántico, desechos de salmoneras o cualquier otra porquería peligrosa que flotara, justo en una de las rutas de comercio más atochadas del mundo, no tuvo más remedio que encender su radar.
Ahora los suecos tenían a una de las modernas y ultra secretas fragatas rusas a pocos kilómetros de aguas internacionales en curso directo a Suecia y sus chicas tatuadas.
Por supuesto, la activación del radar de la centinela brilló como un grano en la nariz de un adolescente, las decenas de gigantescos bombarderos rápidamente enfilaron hacia su blanco, pero, como en todos lados hay weones, especialmente de uniforme, a ningún alto oficial ruso se le ocurrió algo muy simple.
Los misiles cruceros raduga ksr2 de los bombarderos Tupolev tu-16, diseñados para destruir portaviones gigantes americanos de la clase nimitz, eran viejos misiles de primera generación, aunque poderosos, tenían un sistema de guía tan poco inteligente como un opus dei, si alguno de los bombarderos lanzaba un misil, este se activaría buscando cualquier blanco, incapaz de distinguir entre la centinela o cualquiera de los cientos de barcos civiles y militares en muchos kilómetros a la redonda, lo que si hubiera empezado una guerra nuclear de seguro.
Ok, los bombarderos fueron una idea idiota, pero los rusos no se iban a detener por eso, lanchas misileras (botecitos del porte de un yate grande armados con misiles de 15 metros, el equivalente naval ruso a una enana con implantes mamarios de 500cc), jets de ataque y todo el arsenal iba en persecución, casi como otakus acosando una cosplayer.
Todo este baile ante los ojos de los suecos que aun decidían si avisar o no a sus aliados.
A las 10:30 de la mañana, los primeros cazas rusos yak 28 lograron llegar hasta la centinela, descargándole un bomba de media tonelada que destrozó parte de la popa.
Bastó solo esta, como la tripulación no era tan idealista como el propio sablin (y tenían varios cientos de misiles apuntándoles), varios se escabulleron liberando al capitán, quien logró llegar al puente de mando, disparándole a sablin, gritando “un dos tres por mí y todos mis compañeros” y retomando el control del barco, a solo 50 millas de Suecia.
Rodeados por la flota rusa y con la visita de los comandos spetnaz soviéticos (que a diferencia de la KGB llevarían donas en vez de galletitas), el motín terminó oficialmente y la centinela regreso a puerto.
Los suecos lograron mantener la calma, se cambiaron los calzoncillos y luego enterraron el incidente enviando un informe a la inteligencia de la OTAN.
Sablin fue juzgado y sentenciado a muerte pocos meses después, aunque el resto de la tripulación no fue juzgada, se fueron de PLR deshonrosa, la fragata centinela volvió al servicio hasta los 90s donde fue vendida a india como chatarra.
Los hechos del motín del centinela fueron investigados por el oficial naval americano Gregory D. Young, como parte de su tesis en 1982, usando como fuentes a oficiales rusos que habían desertado a USA (de hecho Young no sabía que lo de Sablin no era una deserción, esto solo se supo décadas después, por lo que Clancy también uso la tesis de la deserción en su libro), una copia de la tesis quedó en los archivos de la academia naval americana, donde un vendedor de seguros llamado Tom clancy la descubrió mientras sacaba la vuelta.
El resto es ficción.
Bonus track
La película “the hunt for the red october” de hecho era tan correcta técnicamente en temas de armas (dada la amistad de Clancy con altos mandos buenos para conversarse unos whiskachos), que reveló inadvertidamente secretos militares, en la película los submarinos rusos usan una tecnología de búsqueda submarina conocida como “gravitación”, en la vida real, los rusos no tenían esta tecnología, pero estaba en estudios por parte de la industria de armas americana y estaba siendo probada en submarinos en ese momento, luego de la película el proyecto se canceló ya que daba la información necesaria para que los rusos fácilmente crearan contramedidas.
Varios actores de hecho pasaron días a bordo de submarinos reales, la armada americana apoyó la película con varios submarinos, helicópteros y navíos a un costo de varios millones de dólares, justificados porque los altos mandos de la armada buscaron replicar el efecto comunicacional que había logrado otra película con la fuerza aérea, esa otra película era Top gun.